La democracia es una escuela
Sin muros, abierta, porosa, incesante y permanente. La democracia es un aula donde se aprende a ser demócrata, sin maestros, sin pupitres. Es ella misma la que imparte sus enseñanzas y los ciudadanos aprenden la democracia desde niños en la casa, en el colegio, en el centro de votación, en la calle de la protesta, en la organización civil y en los partidos.
También se enseña democracia en otras instituciones. Se aprende leyendo una prensa libre, oyendo noticias procedentes de diversas y numerosas fuentes, distinguiendo cuáles son propaganda y cuáles no; ejerciendo el sufragio en elecciones donde realmente se puede elegir entre candidatos; hablando de política, sin miedo; protestando pacíficamente contra el gobierno, o por el mal funcionamiento de los servicios públicos, o por mejoras laborales, sin que nadie te reprima, organizándose para hacer labor social o partidista, sin que el Estado te inhabilite en esas tareas que sirven a la maduración democrática de los pueblos.
La gran formadora en democracia es la división e independencia de los poderes públicos, que modelan el comportamiento ciudadano en libertad. En fin, la democracia
es una escuela con un amplio pensum de materias todas enseñadas por un solo maestro: la vida democrática.
¿Qué ocurre cuando ese pensum desaparece? La escuela democracia no puede enseñar, pues lo que se practica es la imposición, el abuso de poder, la represión, la persecución política, la cárcel, la inhabilitación de los partidos y de asociaciones civiles, todo con el propósito de que no haya competencia por el poder político detentado por una casta perpetuadora.
Eso sí, la escuela democrática no es sistemática. Se aprende como se pueda, según el interés del alumno cívico. Se aprende sin plan de estudios, por pedazos y a trompicones. Así se formó la idea de la democracia en numerosos países de Iberoamérica en la segunda mitad del siglo XX. En algunos casos, cuando el ciudadano quiere saber más, de manera sistemática y profunda, se inscribe en una carrera universitaria en la que pueda hacerlo, por ejemplo en Ciencias Políticas.
La democracia enseña el ABC de la vida libre, plural y competitiva, desde la práctica del ciudadano. Esa enseñanza también puede incluir los múltiples y conflictivos significados de la democracia, tal como ha sido practicada desde los atenienses en el siglo V a.C.
Afortunadamente, existen múltiples espacios en los cuales las organizaciones civiles están enseñando democracia. El
Observatorio de las Democracias en Iberoamérica (ODEMI) ha creado una Escuela de Alfabetización Democrática con la cual se pretende sistematizar el conocimiento popular de la democracia con un conocimiento más completo de ese complejo sistema político, único que permite articular y armonizar, la libertad con la igualdad, además de respetar y proteger los derechos humanos.
Partiendo del conocimiento ciudadano, ODEMI toma ese hilo de aprendizaje y lo organiza en un conjunto de materias que se le imparten a los participantes de nuestros talleres, sobre las cuales ellos pueden opinar y valorar tales materias, sugiriendo otras, criticando cómo se imparten, etc.
Entre la vida y la escuela democrática, se puede ir mejorando la actitud democrática del ciudadano y sobre todo se puede enseñar cómo defender la democracia detectando las alertas antidemocráticas tempranas. Y en la medida que más enseñanza haya, más alcance tiene la Escuela de Alfabetización Democrática.
Esta tarea es particularmente importante y urgente en los tiempos con tendencia autoritaria que corren, donde lo que se enseña es la imposición, la simulación, el abuso, la exclusión del adversario, entre otras prácticas que amenazan con borrar el aprendizaje democrático.